Entrepieles
- nemoorou
- 14 mar 2021
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 15 mar 2021

Desmentir los reinos del ser sustantivo, vedar a los dioses
– cuya palabra se ha olvidado ya –, abrir las palmas de cuclillas en la insignificancia, e incluso entonces, frente al acantilado que nos muestra ignorantes, religar (del verbo en latín legere: leer en voz alta, recolectar, decidir, escuchar; del cual provendrían a su vez diligo, intellego, negleglo, legio…), anudar y deshilar con la fuerza de otros soplos, más antiguos, en reunión de ilusiones a medias – o ni tan siquiera – verdad,
cual sordomudo acto de confianza, de enraizamiento a la significación por la experiencia vertical de la carne, pero también de escrúpulo, delicadeza (religio -onis), un cuerpo armándose de certezas frente al sentimiento de lo sagrado que le descarna: quietud y violencia, horror y fascinación, vergüenza e intimidad… El trauma de un nacimiento sin fin y de tantos desaparecidos. Las olas sin mar, un árbol sin bosque...
Fe a través del sol que deslumbra tras el acantilado; caer y devolverse al don, provenir de la caída. Ningún orden terrestre ni último que sostenga los pies. Le hace falta fe a la sensibilidad para consagrarse a una miserable razón. Ser narrados por lo que no somos. Después de arrancarnos la perspectiva de un mundo verídico, admisible, probable, que nunca será absoluto y necesita del engaño,
¿será posible esa fuerza en reconocer al prójimo, esa sed en la vacuidad del horizonte?
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