Agua
- nemoorou
- 4 jul 2021
- 12 Min. de lectura
Actualizado: 8 sept 2022
(Informe de Samuel Isaac R.R El problema de lo Real, UOC / julio 2021)

Hablaremos acerca del agua siempre y cuando se nos escurra entre las manos, siempre que la dejemos fluir. Probablemente ello implique bucear en la mayor disputa ontológica a la que desemboca la tradición epistemológica de Occidente. David Foster Wallace empleó la siguiente parábola al respecto de la cotidianidad: en una ocasión, un pez anciano se cruzó con dos jóvenes y les saludó diciendo: good day folks, how's water? [buen día muchachos, ¿cómo está el agua?]; al irse, los dos peces intercambiaron miradas y se preguntaron atónitos: what is water? [¿Qué es el agua?]. La transparente obviedad e interrelación de esta referencia, a primera vista, la hacen invisible a los sentidos e inaprensible a la razón: ¿siquiera somos conscientes de lo real, acaso surge la verdad del lenguaje? No obstante, mojémonos, hemos venido para un chapuzón; la viveza del agua nos hace dudar acerca de nuestro centro de enunciación auto-referente, de nuestra forma de compartimentar el mundo, pues reúne lo que es diferente y separa lo que está unido en un sinfín de hermenéuticas y mareas, incógnita sin fondo del florecimiento y la carne animal; nos arrastra a la pluriversidad intersubjetiva de la experiencia, tránsito y huella por detrás de arbóreas cascadas, al sinsentido de lo real, a la significación inagotable que habitamos... El agua (o "las aguas") como medio ecosistémico, elemento físico, ἀρχή pre-socrático, metáfora del Πάντα ῥεῖ, fenómeno cíclico, meteorología, nutrición material, sustancia constitutiva de los organismos, maná [o fuerza divina], recurso ecológico, en ocasiones mercancía o bien comercial, necesidad primaria, océano, sed (...)
Sin embargo, entre las diferentes vivencias y perspectivas de la realidad se abren fisuras explicativas, abismos inconmensurables, posturas que entrechocan, por ejemplo dentro de las ciencias modernas y de los marcos filosóficos, entre las miradas de la ecología política y las de los corporativistas internacionales, o entre la sensibilidad de un campesino, la de un urbanícola de clase media y la de otro de la élite económica. Estas contradicciones fruto de la modernización se extreman en la debacle ecológica del Antropoceno, que cobra expresión a través de la mayor crisis histórica del agua: su sobre-explotación industrial y globalizada han provocado la escasez, el envenenamiento y su falta de potabilidad en gran cantidad de países, además de la desposesión de los usos y derechos comunales, el vertido de contaminantes en ríos, lagos y manantiales, el agotamiento de las reservas de acuíferos, la desertificación masiva y una enorme pérdida de biodiversidad, su mercantilización a expensas del bien común, las guerras del agua, el incremento en la desigualdad socio-económica respecto a su acceso público, el deterioro en sus garantías de higiene y sostenibilidad… Nowadays, this is our water: ¿y si hervimos sin darnos cuenta, si nos estamos ahogando en un lodo fecal de tóxicos y microplásticos irrespirables...?
El control por las fuentes del “oro azul” ha motivado ya 343 conflictos bélicos en curso a lo largo del s.XXI, crispándose la tensión internacional; Egipto se opone a los planes de Etiopía sobre construir represas en el Nilo, el gobierno de Siria desvía recursos de la economía local, China explota el río Mekong con más de siete centrales hidroeléctricas, Laos sigue su ejemplo para solucionar la pobreza hídrica frente a las quejas del sector agropecuario, las mediciones del exceso de contaminantes en el río Yamuna de la India verifican que no tiene oxígeno, y los ejemplos son innumerables. La ONU calcula que 2.1 billones de personas sufren carencias de agua potable en la actualidad, a medida que ciudades más superpobladas multiplican el consumo de este líquido sin restricción, con crecientes exigencias y mayor déficit (de entre los 736 millones que viven en las 482 áreas más pobladas, el 27% – 230 millones aproximadamente – tienen dificultades para abastecerse de este recurso), al mismo tiempo que aumentan las zonas de sequía debido a los efectos del cambio climático. En regiones que viven escasez crónica de agua potable, como en San Cristóbal de las Casas, México, es más fácil conseguir una botella de Coca-Cola o de cualquier otro refresco por su disponibilidad en el mercado y la falta de servicios públicos (aunque deshidrate), a la par que la fabricadora local de gaseosa tiene permisos para extraer más de un millón de litros de agua al día – situación que se repite en muchos otros países de África, Latinoamérica o el Sudeste Asiático...
En palabras de Peter Brabeck (portavoz y Chairman de Nestlé), quien presume de gran voluntarismo ético respecto a la crisis del agua, la solución requiere de ir directamente a los hechos (facts), recopilando la información cuantitativa y estadística (data) acerca de la utilización del agua y sus riesgos probabilísticos, para después proponer estrategias supra-estructurales bajo métodos de regulación neoliberal que organicen correctamente la explotación, distribución y consumo del agua, así como por ejemplo el “simple gesto” de añadirle un impuesto mínimo – privatizando sus medios – o asegurar que cada ciudadano obtenga la cantidad de agua diaria que necesita para subsistir. No obstante, el cálculo megalómano de la razón instrumental de Brabeck, además de aspirar a una omnipotencia irrealizable, hereda el marco teórico mediacional de epistemología moderna, es decir, la representación con rasgos cartesianos: para comprender el ser material del agua haría falta cosificarla analíticamente, al modo de un cogito trascendental, soberano de los significantes, cuya intelección lingüística ha de dominar el conjunto de los entes de la res extensa, impersonal y extra-somática; debemos pues aislar los elementos, desmembrarlos en partes [H2O], reducirlos atómicamente y suspender sus relaciones, volverlos inertes a la contemplación y experimentar con ellos.
La determinación óntica del agua en tanto que mercancía y bien material se sostiene bajo esta lógica binaria de representación, dialéctica de co-exclusión opositiva [entre el espíritu y el cuerpo, el mundo y la conciencia, o las palabras y las cosas] que subordina los cuerpos y acontecimientos a la figuración de objetos independientes a la subjetividad, cuya distancia epistemológica debe abordarse a través del racionalismo universal, carente de dimensión afectiva. En efecto, Brabeck desestima las emociones y la conciencia subjetiva en las reivindicaciones ecológicas; se ciñe a la imparcialidad de los hechos, a la búsqueda de soluciones objetivas, de un plan B logocéntrico. En el otro lado de la disputa nos encontramos pensadores como el filósofo noruego Arne Næss, quien defendía la idea de realizar una distinción entre shallow y deep ecology: la primera, superficial, cosificaría las relaciones ecosistémicas y a los seres vivos en torno a intereses antropocéntricos – sin auto-crítica sobre la responsabilidad antrópica de la crisis ecológica –, mientras que la segunda, profunda, parte del valor inherente a la vida y persigue ir a la raíz de la problemática ambiental, buscando otros modos (ecosóficos / biocéntricos) de discurso, acción y habitabilidad.
Asimismo, Næss confronta los prejuicios de la epistemología mediacional en las ciencias modernas, en particular al eliminar la agencia subjetiva del análisis, modelando la ficción absolutista de la realidad tal cual es. Frente a la creencia en una objetividad independiente a los sentidos, Næss inaugura una ontología relacional que sitúa el contacto encarnado como fuente de significación, desplazándose de la ética a la ontología y viceversa: los contenidos concretos de la percepción se enhebran a través de una constelación gestáltica de factores psíquico-materiales, [no hay cualidades primarias] de modo que estos contenidos o ubicaciones existenciales, así como las emociones, afectos y perspectivas relativas, son desplegados mediante la inter-retro-alimentación entre la alteridad y el ser, por lo que no expresan ninguna clase de “proyección”, si no que pertenecen objetivamente al mundo. Naess critica la disociación Objeto/Sujeto y el cisma irrelativo entre ambos; la hipóstasis de una mediación universal que desposea el ser-en-sí-mismo (objetivo, mensurable, ¿nouménico?) del para-sí (contenidos personales de conciencia), produce lingüísticamente estructuras abstractas [entia rationis] que más bien son parte del mundo, pero no están en la realidad, ni tampoco estas dualidades epistemológicas señalan ningún hecho empírico demostrable.

Brabeck es un heraldo del progreso neoliberal y tecno-científico [development], a la par que nos advierte: si el resto de la población mundial viviese con el mismo ratio de consumo que los europeos y norteamericanos, las reservas de agua potable ya se hubieran agotado hace décadas, debido a que el ritmo del metabolismo post-industrial sobrepasa con creces la capacidad de regeneración y los ciclos hidrológicos. Peter Brabeck muestra un interés especial por separar la esfera de lo político y lo económico, aparte de no hacer mención al expolio del asentamiento neo-colonial – invisibilizando su cadenas de efectos, así como la deslocalización de empresas y contaminantes, la explotación intensiva o la acumulación necropolítica de capitales –, ni tampoco atiende a las relaciones ecosistémicas con otros seres no-humanos: el agua es interpretada en términos de objeto, mercancía y propiedad, denegándole toda moción [dynamis] e interconexión subjetiva.
Estas soluciones neoliberales, que abogan por la mercantilización del agua en paralelo a la regulación burocrático-estatal, desestiman cualquier alternativa socio-económica (como podría ser el decrecentismo o la gestión comunitaria) respaldándose a menudo tras el dilema que Garrett Hardin describe en La tragedia de los comunes (1968): situación en la que el interés personal de un número de individuos, cada uno motivado racionalmente por encima de las necesidades colectivas, acabaría por esquilmar un recurso finito de explotación común. En defensa de la democratización de aguas limpias, la filósofa hindú Vandana Shiva arremete contra los errores de esta teoría, desarrollada sobre la creencia lockiana de que un bien sólo puede protegerse si es administrado por manos privadas. Los comunales nunca han sido articulados como sistemas carentes de gestión social y con libre acceso, si no bajo los usos responsables de la propiedad colectiva. Antes de la colonización británica del sur de la India, las comunidades cuidaban las aguas entre sí, pagando impuestos a través de un sistema de mantenimiento y de obras públicas llamado kudimaramath (autorreparación). La llegada de La Compañía de la India Oriental acabaría con este sistema, mientras la privatización de bienes y el intervencionismo estatal aumentarían los impuestos, derivándolos a la acumulación de particulares y no al gasto público.
Los derechos sobre el agua son siempre de usufructo, pero no de apropiación. Vandana Shiva nos recuerda que casi todas las sociedades han prohibido el adueñarse privativamente de las aguas: en Las Institutas de Justiniano el agua y otros recursos naturales aparecen como bienes necesariamente públicos, así como en la India el espacio, el aire, el agua y la energía no estaban sujetos a leyes de propiedad, mientras en las leyes islámicas (sharia) se protege el camino hacia las aguas. Estos derechos vienen determinados según las limitaciones de los ecosistemas y las necesidades intersubjetivas; no deberían ser categóricamente antropológicos, ni surgen a partir de la organización del Estado, si no “por ley natural”, dado que provienen de las condiciones biológicas de cualquier organismo en un determinado medio ambiente. En cambio, la privatización capitalista de los recursos hídricos permite que el agua – en términos de “cosa” con valor de mercado – se extraiga, compra, venda y contamine libremente, sin responsabilidad ni límites, sustituyendo la auto-gestión colectiva por la centralización estatal y el control empresarial.
Los asentamientos humanos están íntima e históricamente ligados a la riqueza de las cuencas fluviales; en ellos los derechos ribereños se establecen en torno a preceptos de usufructo, propiedad pública y empleo razonable de las aguas, junto a la consecuente manutención de sus estructuras, su regulación colectiva y el cuidado de su salubridad. Estos principios han organizado la administración de las aguas desde antaño, basándose en las ideas de compartir y conservar una fuente común, para lo cual también hace falta, como remarca Shiva, una actitud de no-interferencia hacia otros seres vivos y los ciclos regenerativos de la naturaleza, o en otras palabras, el derecho a consumir y utilizar el agua siempre y cuando no se lastime el discurrir de su flujo. Algunos canales ribereños de los Himalayas, como el anicut del Kaveri, con más de mil años, aún siguen en funcionamiento a día de hoy, como también los sistemas ahar-pyne de Bihar, que fueron originados y conservados públicamente como un elemento de uso, gestión y protección colectivas. Las asociaciones campesinas y juntas vecinales aseguraban un control democrático, garantizando el abastecimiento contra la escasez de agua en regiones secas como Gujarat al invertir en la conservación de sus recursos hídricos [incluso donando herencias] bajo la ética del Pindwari: el aporte comunitario del esfuerzo y trabajo de cada uno.

Para Vandana Shiva la contaminación del Antropoceno es subproducto de las tecnologías industriales y del comercio internacional. El dispositivo cowboy de la propiedad privada [qui prior est in tempore, potior est in jure], surgido en las explotaciones mineras del Oeste americano para otorgar derechos de apropiación exclusiva sobre las aguas al primer-llegado – quien determinaría su valor –, han provocado la apertura de los nuevos mercados del agua y constatan, en última instancia, la lógica fronteriza que en la actualidad insta por privatizar las fuentes comunes de abastecimiento. La doctrina del primer-llegado de la economía cowboy habilitó un proceso monopolístico y privatizador sobre el agua a expensas de los demás – hemos de recordar que a los pueblos indígenas se les denegó todo derecho de propiedad sobre la misma –, sin tener en cuenta las necesidades ajenas, la responsabilidad colectiva y las capacidades y limitaciones ecosistémicas, desviando recursos, imponiendo precios, drenando ríos, contaminando las aguas con residuos urbanos e industriales, comercializándolas en tubería y botella.
Los discursos progresistas sobre la privatización del agua deniegan este derecho natural a millones de personas, a la vez que las industrias modernas – incluyendo minería, textil, la agricultura y ganadería intensivas, pero también la informática o la robótica, (cuya producción fabril requiere derrochar cuantías desmesuradas de agua) – colonizan los recursos hídricos, a los que presuponen un suministro de consumo ilimitado, agotándolos mediante una gestión insostenible, extractivista e instrumental según los intereses del mercado y de consumo, sin reparar en efectos contaminantes ni medidas de conservación ecológica. Shiva rechaza estas soluciones neoliberales de mercado, como los cupos de vertido [basados en “máximos” ficticios] o los permisos transferibles, por considerar éstos sublinimalmente que la contaminación y el despilfarro son trámites permisibles para quien disponga del poder económico necesario, a costa de atentar contra el derecho natural de millones de personas a un agua limpia, contra los principios de empleo sostenible y equitativo. Así pues, aboga por decrecer el ritmo de desarrollo de las tecnologías industriales, (ya que que las producciones artesanales e indígenas nunca contaminaron), des-mercantilizando el agua en base a modelos comunitarios de auto-organización para asegurar el mantenimiento y la limpieza de los suministros.
El agua debe dejarse fluir sin dañar ni interrumpir su discurso; los trasvases, por ejemplo, crean zonas áridas e inundadas que amenazan los biomas ya existentes, intoxicándolos y desequilibrando sus ciclos vitales. Vandana Shiva entreve la potencia futura para la democratización de aguas limpias, pero afirma con solidez que el mercado no podría garantizar los derechos naturales sobre el agua. Por ello mismo algunas comunidades y asociaciones político-ecológicas, en contra de la contaminación del desarrollo tecno-científico, han propuesto una Ley de Derechos Ambientales donde se incluye el derecho a una industria limpia, a no estar expuesto a sustancias nocivas, a medidas de prevención, canales de información y de participación, a normas de protección ecosistémica, además de la indemnización de daños y la descontaminación de áreas deterioradas. La mirada crítica de Shiva despierta un movimiento constante entre reflexiones morales y formas de ontología relacional, planteando intersecciones ecosófico-decoloniales y acciones directas en comunidad, por ejemplo con la conservación y distribución gratuita de semillas resistentes a la sal [que es transportada por las lluvias monzónicas de los últimos años]
La democratización del agua ante la mirada de Vandana Shiva se enraiza en principios ecosóficos e intersubjetivos cuya red de actancia y contactos está lejos del pensamiento representativo de Occidente. El agua es un don terrestre y biosférico esencial para la vida de todas las especies, las interconecta entre sí y con otras partes del planeta a través de sus ciclos, así que el agua destinada a satisfacer las necesidades básicas debe ser gratuita por constituir un bien común inter-especie [no una invención humana], además de ser finita, por lo que puede agotarse y hace falta conservarla de forma sostenible, con justicia inter-generacional y atendiendo a los ciclos y limitaciones ecosistémicas, sin que nadie tenga derecho a malgastarla o contaminarla; no debemos apropiarnos de ella en tanto que mercancía, puesto que no nos pertenece más allá del usufructo y no hay ningún otro recurso que la sustituya. El derecho a un agua limpia tiene que estar garantizado para todos los ciudadanos según estos principios, de modo que la auto-gestión comunitaria del entorno habilite también formas de cuidado y performación ecológica.
Para desenlazar: agua somos, burbujas de un arroyo en florecimiento, el agua nos lava las piedras de los labios, la sangre de ojos y manos, desnuda nuestra vulnerabilidad umbilical. Como acontecimiento y fenómeno intercorpóreo, se resiste a ser clasificada en régimen de propiedades, sacude la elementarización atomizante del conjunto de los entes, desata y anuda los dualismos antagónicos, gota a gota desborda la objetividad universal de la razón humana, nos atraviesa, rodea y transita, nos reúne en la comunidad radical de la biosfera junto a otros seres vivos. Debemos cuidarla para no ahogarnos. Al igual que el aire que respiramos (y el soplo que nos respira), el carbono que es inercia de la carne (sintropía de humus estelar), la combustión energética y el metabolismo (como fuego re-generativo), la emanación del agua nos comunica al tejido sim-poético de la vida, nos hace despertar a la llamada del otro, comunión entre nosotros, desafiando todo esencialismo logocéntrico sobre la realidad para que abramos los sentidos al cuidado del devenir.

[Serie de cascadas de Katsushika Hokusai (1760-1849)]
BIBLIOGRAFÍA:
– Brabeck, Peter (2013) On Water Challenge. Institute for Management Development IMD. Suiza. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=h229sp0dDfg
– Foster Wallace, David (15/05/2005) This is water. Conferencia impartida en Kenyon College. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=8CrOL-ydFMI&t=283s
– Næss, Arne (2008) The World of Concrete Contents, en The Ecology of Wisdom. Berkeley, CA: Counterpoint, págs 70-80
– Shiva, Vandana (2002) Derechos sobre el agua: el Estado, el mercado y la comunidad en Las guerras del agua: contaminación, privatización y negocio
– Shiva, Vandana (2015) Water is Peace. Uplift. Disponible en: https://youtu.be/C2K56rd1JuI
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